Isaac Flores
Nos encontramos con Isaac Flores (he/she/they) en Karakter Studio. Antes de la cita, al preguntarle sobre el hecho de realizar la entrevista en el suyo, en la ciudad, nos contesta algo en lo que no le falta razón: el estudio de este fotógrafo de L’Hospitalet es la calle. Siempre lo fue.
Flores empezó a disparar con cámaras digitales, pero pronto se dio cuenta de que la inmediatez con la que se tratan estas fotografías no iba con su modo de crear: buscaba otra textura, el grano que no encontraba en ellas. Compró una cámara analógica de usar y tirar de 35 mm, después se haría con otra de medio formato y juguetearía también con una Polaroid profesional. Pero decidió dejar de utilizarla cuando explotó la tinta dentro. También porque es un formato muy costoso si lo que se pretende es utilizarlo “a la antigua”, como explica, y como intentaba.
“El marco que te da el análogico es más sano”, continúa, “te hace pensar antes de disparar. También tiene sus contras, es un formato muy caro, por lo que siempre estás buscando la balanza de lo factible en cada momento”.
Han pasado diez años desde entonces, desde que la noche, el ocio nocturno, las calles del Raval de Barcelona y sobre todo la comunidad LGTBIQ+ le llevaran, de manera espontánea, a fotografiar a sus gentes, la diversidad en sí misma. Y sorprenderse al ver el resultado, al darse cuenta de que ahí había “algo”. “No lo hice como algo serio”, explica, “tenemos muy interiorizado que no importamos”. Pero ese algo era muy potente: las imágenes, de las personas retratadas, sorprendidas, relajadas, en el goce, tomaban protagonismo y mucha fuerza. Ahora cuenta con 28 años y con una trayectoria a sus espaldas que atestigua cuál ha sido su búsqueda, sus intereses, su forma de ver el mundo.
En 2021 ganó el 19º Premio Jóvenes Fotógrafo/as de Cataluña que organiza INSPAI con la obra Identidades Válidas, toda una declaración de intenciones para una primera exposición. Sus obras forman parte de lo que se consideran “Biblias queer” como la revista Candy, “considerada de culto y defensora del travestismo, la transexualidad, las personas no binarias y la androginia” (citamos a Ana Arjona, de Vanity Fair) o Metal Magazine, por mencionar solo algunas.
En período prepandémico salía cada fin de semana y, con un ánimo casi documental, como explicábamos, empuñaba la cámara y disparaba, sin preparación previa. Tras este lapso de tiempo hubo un cambio en sus dinámicas de producción y ahora crea las sesiones desde cero, construye narrativas, historias que trascienden la imagen. “Lo bueno de mi fotografía es que siempre trabajo con artistas, encajamos bien, porque ya me gusta lo que veo. Doy pinceladas para construir la historia y elijo la localización, construyo la narrativa interna”. Fotógrafe y fotografiades alineades, confían en lo que van a realizar en común, hay un nexo, un vínculo, hay y se crea confianza.
Esto no le ocurría al estudiar Fotografía de Moda en la Escuela Industrial: “No era mi mundo ni podía evolucionar, era una industria muy rápida que no me permitía ni destacar, ni crear. Y tampoco me quería convertir en el típico fotógrafo que hace fotos a modelos despampanantes y luego no se puede poner en la foto con ellas/os porque se ve fatal. No quería contribuir a algo que no es real”. El mundo de la moda le ha seguido con cierto delay, en la actualidad sus fotografías podrían formar y forman parte de ese mundo que abandonó porque no era lo diverso que ahora resulta. Ya sabemos, el mainstream acaba por deglutir lo que conlleva una ruptura, lo que se erige en norma tras años de lucha y disrupción de la misma.
“Mi trabajo se nutre siempre de mi entorno, de lo que hay alrededor. Es inevitable que, tras trabajar en Ocaña como fotógrafo, llegaran las fotos de Nazario y las drags del local, o que antes se produjera una etapa más punky en blanco y negro por las calles del Raval”. Madame Jasmine, La Casa de la Pradera, Ocaña, la noche: la belleza y también la sordidez, las tinieblas con rayos de luz tintineantes (aunque sean los de la bola de discoteca, los de los ojos de alguien) impresa en el mismo rostro, el activismo queer.
Al preguntarle por su relación con su ciudad, L’Hospitalet, nos cuenta que su escuela fueron las calles de Barcelona, que cuando empezó “no había nada o una comunidad LGTBIQ+” que se reuniera de manera habitual en ella, un lugar donde poder desarrollar el tipo de fotografía queer que realiza (más adelante sí trabajó con sus modelos en diversas localizaciones de la ciudad, conforme los tiempos han ido avanzando).
Sus libros, Barcelona se muere o Herencia, Unos años de pandemia, transformismo y disidencia ibérica contienen una estética cuidada, una belleza extrema. Puedes (y debes) hacerte con ellos en librerías como Librería Antinous, FreeTime, Laie CCCB, MACBA Store Laie, Oddkiosk o Berkana.
Flores da la impresión de atesorar cierta timidez o cuidado en los primeros encuentros. Condición o carácter que no muestra o deja entrever una vez se pone delante de la cámara Hassel de Álvaro García. Le fotógrafe fotografiade, sin vergüenza alguna aparente, mirando fijamente al objetivo, desafiando con calma la cámara, artefacto que tan bien conoce, aliade de noches eternas y comunidad queer, seres humanos que la habitan. Instrumento con el que mostrar la riqueza de la diversión, y la diversidad.